martes, 14 de enero de 2014

Los días de Acapulco


La ventana de tu habitación está entreabierta y la cálida brisa nocturna se cuela sin pudor, trayendo notas de los mariachis que todavía rondan por las calles.“… Que las noches de Acapulco tienen magia, y te matan de placer o de nostalgia…”Ojalá pudiese hacer yo  lo mismo. Revolotear sobre tu lecho, introducirme en tus sueños, sentir tu calidez. Sin embargo, tengo que conformarme con observarte mientras duermes y velar deseando que nunca llegue el amanecer, para contarte todo lo que no me atrevo cuando me miras, para repetir en mi cabeza una y otra vez cada uno de los instantes de estos días, esperando que se graben en ese rincón de la memoria donde siempre permanecen, por muchos años que pasen.

Hace tanto que somos amigos… y es tan poco lo que sabes de mí. Siempre estuvimos juntos. En el instituto, en la facultad, en los cursos de verano. Y aunque no hubo un momento concreto en el que fuera consciente del cambio, acabé por sentir su verdadera dimensión cuando comencé a buscar tu compañía por encima de todo, cuando las confidencias se convirtieron en la caricia de tus labios en mi oído, cuando tus guiños de complicidad se transformaron en miradas que fundían mi razón, cuando tus abrazos pasaron de ser la expresión de nuestra amistad, a ser la cálida y adictiva sensación que producía el contacto de tu cuerpo con el mío.

Alguna vez estuve a punto de contártelo todo, como después de aquellas Jornadas sobre energías alternativas en Bilbao, cuando la última noche, ebrios de locura y desenfreno, excedimos todos nuestros límites y yo tuve que reprimir con todas mis fuerzas el deseo de besarte. Pero no hacía falta mucha perspicacia para saber que no lo entenderías. Para saber que a partir de ese momento ya nada sería lo mismo y yo perdería lo poco que tenía.

Entonces surgió aquél proyecto ecológico en Punta Diamante. Era como si me hubiera tocado la lotería. Nuestros estudios sobre el generador eléctrico incluidos en el informe previo. Dos participantes por cada universidad. Vuelos y estancia para una semana. Dos habitaciones comunicadas en el Pierre Marques. En fin, un sueño hecho realidad, por mucho que, conociendo tu tendencia a la promiscuidad y tus maneras de seductor incorregible, tuviera que soportar la tortura de ver tu cama compartida al amanecer.

Ahora, mientras duermes junto a esa mujer, quiero contártelo todo. Hablarte de los desayunos frente al mar. Quizás el mejor momento del día. Los dos solos, desperezándonos con el sol, nuestros cuerpos desnudos bajo el albornoz, entre el aroma de las tostadas recién hechas y tu perfume embriagador. De las mañanas de intenso trabajo y las miradas plenas de orgullo. De las tardes de carnaval. Deseos ocultos, juegos ambiguos, máscaras de razón para las locuras del corazón. De las noches de Acapulco, del placer y la nostalgia… cuando tú desaparecías con la chica de turno y yo volvía al hotel para esconderme en un sueño artificial.

Ahora, mientras la ciudad purga su resaca de lujuria, yo quiero confesarte mi verdad. No sabes lo que daría por ser esa chica desconocida que ve cómo el día rompe la magia de la noche e ilumina tu cuerpo lentamente, acariciándolo con la ternura y calidez de quien se sabe seguro de estar ahí cada mañana. Porque después de hoy, Acapulco será sólo un recuerdo y nosotros volveremos a nuestra vida, para compartir únicamente nuestro tiempo en el trabajo, en las juergas de fin de semana o en largas charlas frente a una cerveza. Sin embargo, este momento es solo mío. Y mientras duermes, te lo cuento. Para que algún día puedas mirarme a los ojos y comprender que te amo, pero que ante todo… soy tu mejor amigo.

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